martes, 15 de mayo de 2012

¿Dónde se encontraba usted cuando...?

La "memoria de flash" es un tipo de memoria con la que recordamos sucesos o hechos importantes con todo lo que los rodea. Piensen en un hecho importante de sus vidas (la muerte de alguien, por ejemplo) y verán que lo recuerdan con mucho detalle.

Por ejemplo: ¿qué hacía usted, querido lector, cuando se murió el papa Juan Pablo II? En ese entonces, yo tenía doce años, y recuerdo que estaba en mi casa, en Chiapas. Era de noche y en la tele salió Javier Alatorre diciendo que el papa había muerto. También recuerdo (a lo mejor no es cierto y mi mente lo inventó) que los conductores de noticieros se peleaban por ver quién daba primero la noticia. Al final, creo que Alatorre le ganó a Joaquín López Dóriga.

Cuando murió Michael Jackson, me enteré porque en la noche llegó mi papá a la casa y nos dijo. Poco después, la noticia salió en Las noticias por Adela, y al día siguiente, todos eran fans del Rey del Pop. Hasta una amiga (que ya es ex-amiga y prácticamente no sé nada de ella) me dijo que "se enojó" cuando se enteró de eso. Yo me sorprendí porque nunca antes me había dicho que le gustaba Michael Jackson.

Curiosamente, no recuerdo qué estaba haciendo o cómo me enteré de la muerte de José Saramago. Sólo recuerdo que cuando murió, dije: "'Ora sí, tengo que comprar y leer El viaje del elefante". Y lo compré y lo leí. Es ampliamente recomendable, chavos. Léanlo.

Sólo recuerdo una imagen del once de septiembre del 2001 (sí, cuando se cayeron las Torres Gemelas), y es la ya clásica imagen del avión que atraviesa una de las torres y ésta se desmorona sobre sí misma como si fuera de papel. Eso me impactó porque no podía (no puedo) entender cómo es posible eso. ¿Cómo un avión, un objeto pequeño comparado con la torre, puede destrozar algo tan grande y sólido? Pero más allá de eso: ¿Qué sintieron las personas que estaban en las torres y en los aviones? 

A lo que quería llegar con todo esto, es que, probablemente, en el futuro pregunten: "¿Qué hacía usted cuando se murió Carlos Fuentes?" Y entonces, como yo ya voy a ser famosa, diré que estaba en Xalapa, que lo vi publicado en Facebook y después mis papás me llamaron para decirme. Pero no sólo eso. Diré también que lo había visto hacía no mucho tiempo en la Cátedra Carlos Fuentes que organizó la Universidad Veracruzana y ahí, el señor Fuentes firmó mi ejemplar de La muerte de Artemio Cruz. Hasta podría escribir un artículo.

Pero ustedes, queridos lectores, ¿qué estaban haciendo cuando tembló en la Ciudad de México en 1985? Si tengo lectores de Chiapas, ¿qué estaban haciendo cuando hizo erupción el volcán Chichonal y todo se llenó de ceniza? ¿Qué hacían cuando Vicente Fox llegó a la presidencia? ¿O cuando murió Colosio? 


viernes, 4 de mayo de 2012

Un país de El mundo de Katy

Ayer fui a la FILU (Feria Internacional del Libro Universitario)con mi amigo Héctor, y fuimos felices viendo libros y comprando revistas Algarabía. Bueno, él las compró. Yo estoy feliz porque compré Mi tío Oswald, de mi súper autor favorito de infancia: Roald Dahl.
Es curioso encontrar un libro de tu autor favorito de infancia, sobre todo porque Mi tío Oswald no está dirigido a un público infantil. Digo que es curioso porque es como si Roald Dahl hubiera crecido conmigo. Y es que cuando yo era niña, lo primero que leí (bueno, no fue lo primero-primero, pero era lo que más me gustaba leer de pequeña) fue Matilda, Las brujas, La maravillosa medicina de Jorge, El gran gigante bonachón, James y el melocotón gigante... Aún tengo esos libros, de los que sigo enamorada:
No sé a ciencia cierta por qué me gusta tanto Dahl. He pensado que se debe a su prosa, que es deliciosa y muy descriptiva (de ahí que yo sea descriptiva también y le ponga adjetivos a todo, como bien me ha dicho Guso). O tal vez se deba a su genial imaginación (sí, ahí tienen un adjetivo), que ya quisieran muchos de mi Facultad.

Hace poco, volví a ver la película Las brujas y me di cuenta de que Dahl es un poco... macabro. Eso de que las brujas conviertan a los niños en ratones para luego matarlos más fácilmente no es el tipo de literatura que le leería a mi primito de ocho años. Aunque bueno, él lee La maravillosa medicina de Jorge, donde, gracias a la medicina de Jorge, la abuela de éste se hace pequeñita, pequeñita, pequeñita, hasta que desaparece. Sin embargo, no creo que esas partes macabras, o incluso las partes tristes (como que Sofía, la protagonista de El Gran Gigante Bonachón sea huérfana y viva en un hospicio) le quiten ternura a la narrativa de Roald Dahl. Digo esto a sabiendas de que no soy objetiva, precisamente por mi sentimiento de empatía con el autor.

Definitivamente, Roald Dahl es mi autor favorito, y lo seguirá siendo para siempre y por siempre y siempre. Algún día escribiré un libro que será tan tiernamente fantástico como los de él (porque suelo ser tierna, muchachos lectores, no crean que todo son quejas. Mi blog es una cosa, mis cuentos -o intentos de cuento- son otra muy diferente).

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