domingo, 30 de septiembre de 2012

Aviso importante

Queridos amigos y seguidores todos:

Me cambio de casa (es decir, de blog). No seguiré actualizando El mundo de Katy, pero si son de espíritu nostálgico, no se preocupen: no lo borraré, así que pueden entrar cuando gusten a leer patoaventuras que ni yo misma recuerdo (excepto cuando fui con el dentista y tenía cara de ardilla; o cuando vi el camión de Barbie en tamaño real. Cómo olvidar eso.)

Pero si son como yo, de los que no voltean cuando se despiden para siempre de alguien, esperen nuevos posts en:


Muchísimas gracias y nos seguimos leyendo.

Katy : )

jueves, 16 de agosto de 2012

Lamento borincano

Hace poco descargué el disco Pasiones de cabaret, de Edith Márquez. Todas las canciones son covers con un toque "cabaretesco", si puedo inventar esa palabra. La canción "Remolino" es una de mis favoritas, por la letra, y el ritmo de "Derroche" es riquísimo. Pero, en esta entrada, quiero hablar de la canción "Lamento borincano".

Si no han escuchado la canción, se la pongo aquí. Es la versión de Edith Márquez porque es la única que conozco, pero además, me parece que la interpreta muy bien, y la letra exige eso.

"Lamento borincano" fue compuesta por Rafael Hernández Marín en 1929. Básicamente, habla de la pobreza de los campesinos puertorriqueños por aquéllos años (irónicamente -bueno, no es tan irónico en realidad- la escribió en Nueva York). Pero, si uno pone atención a la letra, podrá encontrar palabras "raras" o más bien, desconocidas. Veamos cuáles son esas palabras.

Empecemos con la segunda estrofa, que dice:

Piensa remediar la situación
del hogar que es toda su ilusión, sí.
Y alegre, el jibarito va
cantando así,
diciendo así,
bailando así por el camino:
"Si yo vendo la carga, mi Dios querido
un traje a mi viejita voy a comprar".

Los jibaritos (o jíbaros) son indios del Amazonas pertenecientes a la tribu Shuar. Fueron los españoles quienes los nombraron así durante la época de la Conquista. Según el DRAE, "jíbaro" se aplica en Puerto Rico para referirse "al campesino de ascendencia española, generalmente en las regiones montañosas de la isla". En Cuba, "jíbaro", como sustantivo, hace alusión a una persona arisca y huraña (también, según el DRAE). Ahora, sigamos con la quinta estrofa (que, si no me equivoco, es el coro):

Se oyen los lamentos por doquier
en mi desdichada Borinquen, sí
y triste, el jibarito va
pensando así
diciendo así
llorando así por el camino:
¿qué será de Borinquen, mi Dios querido?
¿Qué será de mis hijos y de mi hogar?

"Borinquen" es el nombre con el que antiguamente se designaba a Puerto Rico (nótese la cercanía con la palabra "boricua"). Los indios taínos llamaban a su tierra Borikén, que significa algo así como "tierra de cangrejos" (esto, antes de la llegada de los españoles, por supuesto). Pero Gautier no le da este significado. Veamos, en la siguiente estrofa:

Borinquen, la tierra del Edén,
la que al cantar, el gran Gautier llamó "la perla de los mares"...
Ahora que tú te encuentras con tus pesares,
déjame que le cante yo también.

José Gautier Benítez, aunque en principio militar, se dedicó también a la poesía. De hecho, es considerado el precursor del romanticismo en Puerto Rico. Escribió A Puerto Rico ausencia y A Puerto Rico regreso, poemas que hablan de la nostalgia que sentía por su patria cuando se encontraba en España debido a su carrera militar. En efecto, llamó "perla de los mares" a Borinquen en su poema "Puerto Rico":

¡Borinquen!, nombre al pensamiento grato
como el recuerdo de un amor profundo,
bello jardín de América el ornato,
siendo el jardín América del mundo [es decir, el jardín del Edén].

Perla que el mar de entre su concha arranca 
al agitar sus ondas placenteras,
garza dormida entre la espuma blanca
del níveo cinturón de tus riberas.

Personalmente, creo que esta canción (o más bien, poema musicalizado) es un ejemplo de todo lo que se puede aprender a través de las palabras y de todo lo que tienen detrás. Es interesante ver cómo el compositor, Hernández Marín, habla de un jibarito, un campesino; pero, al mismo tiempo, habla también de todos los jíbaros y de la situación que vivían en 1929.

Este tema también es un "pretexto" para expresar la opinión que tengo de no despreciar la "cultura popular" (me refiero a la cultura popular en el sentido purista "qué vergüenza escuchar algo tan común como Edith Márquez"), es decir, todas esas canciones pop que la mayoría del tiempo son estúpidas, o estaciones de radio como "El patrón" (música de banda, norteña) siempre pueden aportar algo, y, de esta forma, como dice Roberto Cotroneo en Si una mañana de verano un niño, "tu cultura [general] no correrá ningún peligro". (Citado de memoria, así que puede variar).

miércoles, 18 de julio de 2012

"-¿Ya leíste el libro? -No. Vi la película"

Ayer leí una entrada en el blog Papeles perdidos sobre una actualización (otra) de la novela Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. Esta nueva actualización consiste en el videojuego (que se puede encontrar en Facebook) llamado Jane Austen's Rogues & Romance. No lo he jugado, pero, a grandes rasgos, el jugador tiene que devolver a Mr. Darcy y a Elizabeth Bennet a las páginas de la novela (esto a petición de la propia Jane Austen).

Como bien señala la entrada de Papeles perdidos, Orgullo y prejuicio es una novela que ha sido muy adaptada a casi todas las versiones imaginables (como aquélla Orgullo y prejuicio y zombies). La novela también se ha adaptado al cine, como muchos sabrán.

Podemos hablar sobre adaptaciones interesantes, como la novela gráfica inspirada en el poema Aullido, de Allen Ginsberg, o la reciente versión cinematográfica de Ana Karenina (pueden ver el tráiler aquí, y a Keira Knightley como la Karenina. Que, dicho sea de paso, yo la imaginaba más gordita).

Aquí la pregunta es: ¿son buenas o malas las actualizaciones de obras literarias? Yo creo que son buenas y malas a la vez. Buenas porque a veces la adaptación sale bien, se mantiene lo más fiel posible al proyecto original y puede que hasta despierte el interés del público por conocer ese proyecto original. Malas porque es posible que pase exactamente lo contrario: que la gente diga "qué hueva leer Ana Karenina, mejor me espero a la película". Las posibilidades de que la gente piense así aumentan considerablemente si tomamos en cuenta que esa novela tiene poco más de mil páginas.

Yo entiendo que de pronto se nos haga más cómodo ver la película, y no condeno eso porque finalmente es una forma de conocer la obra. Aunque, por otro lado, creo que novelas como Ana Karenina merecen ser leídas.

De cualquier manera, creo que lo que nos hace falta (sobre todo a la sociedad mexicana) es acercarnos a la cultura, en especial, leyendo (tal vez podrían empezar por leer algo más ligero que las novelas de Tolstói, no digo que empiecen a devorar cosas como La guerra y la paz, tampoco). Y, como me dijo alguien alguna vez, al menos los lectores de Crepúsculo ya agarraron un libro. No fue el mejor, pero al menos ya saben qué es un libro, y eso da esperanzas.

(Y, por si se lo estaban preguntando, no me encanta la versión que Tim Burton hizo de Charlie y la fábrica de chocolate. La soporto, pero me disgusta un poco la imagen y la actitud de Willy Wonka y el que su padre sea dentista).

jueves, 28 de junio de 2012

Beckett, tú y yo soñamos con mujeres que ni fu ni fa

Los que me siguen en Twitter habrán notado que tuiteo mucho sobre cierto libro de Samuel Beckett: Sueño con mujeres que ni fu ni fa. El título tal vez no les suene porque ustedes no leen. No, mentira, tal vez no les suena porque se trata de una edición inédita en español hasta el 2011. El título original es: Dream of Fair to Middling Women. He aquí la portada (que amo):


Sueño... es una novela profundamente autobiogáfica, como señalan los traductores en su posfacio (agradecí que el libro tuviera un posfacio, aclara muchas cosas) y narra las desventuras de Belacqua, un joven poeta que, efectivamente, sueña con mujeres que ni fu ni fa: la Smeraldina-Rima, la Syra-Cusa y la Alba.

Cuando estaba leyendo la novela, me di cuenta de por qué no había sido traducida antes al español, y es que se trata de una labor difícil, porque al señor Beckett le gusta jugar con las palabras, enredar al lector con aposiciones, oraciones subordinadas (muchas oraciones subordinadas) y, por si fuera poco, términos en alemán, francés, italiano y latín (aquí también agradecí las notas al final de la novela). Pero no sólo eso: a Samuel Beckett le gusta hacer alarde de su cultura citando pasajes bíblicos, mitología griega y nórdica u obras de distintos autores europeos. Y en esta parte, he de agradecer la ayuda de Wikipedia.

No me voy a enfocar en ese aspecto de la novela. Lo que me pareció interesante es que Beckett la escribió cuando estaba en un momento difícil de su vida: alejado de su familia y amigos (entre ellos James Joyce) e involucrado en relaciones sentimentales tormentosas. Esos conflictos se ven a lo largo de Sueño..., por ejemplo, cuando Belacqua sólo quiere estar en su "uterotumba" (un concepto genial que significa estar con uno mismo, en completo silencio y soledad) pero no puede porque sus mujeres y/o sus amigos lo importunan. Así que el pobre Belacqua no puede darle a sus mujeres lo que ellas quieren porque él, en realidad, no quiere estar con ellas.

Así es, damas y caballeros, la novela me encantó e hizo que empezara a enamorarme de Beckett. Ya antes había leído Esperando a Godot, su obra más representativa. Pero Sueño con mujeres que ni fu ni fa hasta me dio un tema de ensayo, en el que puedo desarrollar cómo el autor se burla de su amigo y maestro, James Joyce. Algún día lo escribiré, lo prometo.

Roald Dahl decía que él no escribía sobre experiencias personales porque para él, la verdadera genialidad de escribir era inventar historias. Yo estoy de acuerdo, aunque hay personas a las que les sale muy bien escribir sobre lo que han vivido. Y lo hacen de una manera tan genial como Beckett en esta novela.

lunes, 11 de junio de 2012

Agujeros blancos y lo fantástico

Hace unos momentos, leí una nota sobre los agujeros blancos. Supuestamente (porque nadie sabe si realmente existen), son la contra parte de los agujeros negros. Así, mientras que éstos "tragan" cualquier clase de materia, los agujeros blancos la "escupen". Una teoría bastante lógica. Si algo puede desaparecer en un agujero negro, ¿por qué no puede reaparecer en uno blanco? Imaginen si dos de estos cuerpos se encontraran conectados: sería una forma de viajar por el espacio (claro, sólo haría falta saber dónde desemboca tal o cual agujero).

Es un poco como las llamadas "puertas telúricas". Yo supe de ellas gracias a Los secretos del inmortal Nicolas Flamel. Son puertas que comunican dos ciudades del mundo; uno entra a una de ellas en California y aparece instantáneamente en París. (Para los curiosos: en el libro dicen que hay una puerta telúrica en las catacumbas de la capital francesa -donde, por cierto, hay huesos humanos-y otra en el llamado "Kilómetro cero" de esa misma ciudad).

Pero lo más divertido de esto es pensar que pueden existir muchas dimensiones en el mismo espacio, y que uno puede atravesar cualquiera de ellas para aparecer en otra. Tal vez haya gente que sea capaz de hacer eso, y probablemente forman una sociedad secreta... Los más experimentados, además de viajar por distintas dimensiones, pueden también viajar en el tiempo. Sin embargo, la pregunta es: ¿cuál es su propósito?

martes, 15 de mayo de 2012

¿Dónde se encontraba usted cuando...?

La "memoria de flash" es un tipo de memoria con la que recordamos sucesos o hechos importantes con todo lo que los rodea. Piensen en un hecho importante de sus vidas (la muerte de alguien, por ejemplo) y verán que lo recuerdan con mucho detalle.

Por ejemplo: ¿qué hacía usted, querido lector, cuando se murió el papa Juan Pablo II? En ese entonces, yo tenía doce años, y recuerdo que estaba en mi casa, en Chiapas. Era de noche y en la tele salió Javier Alatorre diciendo que el papa había muerto. También recuerdo (a lo mejor no es cierto y mi mente lo inventó) que los conductores de noticieros se peleaban por ver quién daba primero la noticia. Al final, creo que Alatorre le ganó a Joaquín López Dóriga.

Cuando murió Michael Jackson, me enteré porque en la noche llegó mi papá a la casa y nos dijo. Poco después, la noticia salió en Las noticias por Adela, y al día siguiente, todos eran fans del Rey del Pop. Hasta una amiga (que ya es ex-amiga y prácticamente no sé nada de ella) me dijo que "se enojó" cuando se enteró de eso. Yo me sorprendí porque nunca antes me había dicho que le gustaba Michael Jackson.

Curiosamente, no recuerdo qué estaba haciendo o cómo me enteré de la muerte de José Saramago. Sólo recuerdo que cuando murió, dije: "'Ora sí, tengo que comprar y leer El viaje del elefante". Y lo compré y lo leí. Es ampliamente recomendable, chavos. Léanlo.

Sólo recuerdo una imagen del once de septiembre del 2001 (sí, cuando se cayeron las Torres Gemelas), y es la ya clásica imagen del avión que atraviesa una de las torres y ésta se desmorona sobre sí misma como si fuera de papel. Eso me impactó porque no podía (no puedo) entender cómo es posible eso. ¿Cómo un avión, un objeto pequeño comparado con la torre, puede destrozar algo tan grande y sólido? Pero más allá de eso: ¿Qué sintieron las personas que estaban en las torres y en los aviones? 

A lo que quería llegar con todo esto, es que, probablemente, en el futuro pregunten: "¿Qué hacía usted cuando se murió Carlos Fuentes?" Y entonces, como yo ya voy a ser famosa, diré que estaba en Xalapa, que lo vi publicado en Facebook y después mis papás me llamaron para decirme. Pero no sólo eso. Diré también que lo había visto hacía no mucho tiempo en la Cátedra Carlos Fuentes que organizó la Universidad Veracruzana y ahí, el señor Fuentes firmó mi ejemplar de La muerte de Artemio Cruz. Hasta podría escribir un artículo.

Pero ustedes, queridos lectores, ¿qué estaban haciendo cuando tembló en la Ciudad de México en 1985? Si tengo lectores de Chiapas, ¿qué estaban haciendo cuando hizo erupción el volcán Chichonal y todo se llenó de ceniza? ¿Qué hacían cuando Vicente Fox llegó a la presidencia? ¿O cuando murió Colosio? 


viernes, 4 de mayo de 2012

Un país de El mundo de Katy

Ayer fui a la FILU (Feria Internacional del Libro Universitario)con mi amigo Héctor, y fuimos felices viendo libros y comprando revistas Algarabía. Bueno, él las compró. Yo estoy feliz porque compré Mi tío Oswald, de mi súper autor favorito de infancia: Roald Dahl.
Es curioso encontrar un libro de tu autor favorito de infancia, sobre todo porque Mi tío Oswald no está dirigido a un público infantil. Digo que es curioso porque es como si Roald Dahl hubiera crecido conmigo. Y es que cuando yo era niña, lo primero que leí (bueno, no fue lo primero-primero, pero era lo que más me gustaba leer de pequeña) fue Matilda, Las brujas, La maravillosa medicina de Jorge, El gran gigante bonachón, James y el melocotón gigante... Aún tengo esos libros, de los que sigo enamorada:
No sé a ciencia cierta por qué me gusta tanto Dahl. He pensado que se debe a su prosa, que es deliciosa y muy descriptiva (de ahí que yo sea descriptiva también y le ponga adjetivos a todo, como bien me ha dicho Guso). O tal vez se deba a su genial imaginación (sí, ahí tienen un adjetivo), que ya quisieran muchos de mi Facultad.

Hace poco, volví a ver la película Las brujas y me di cuenta de que Dahl es un poco... macabro. Eso de que las brujas conviertan a los niños en ratones para luego matarlos más fácilmente no es el tipo de literatura que le leería a mi primito de ocho años. Aunque bueno, él lee La maravillosa medicina de Jorge, donde, gracias a la medicina de Jorge, la abuela de éste se hace pequeñita, pequeñita, pequeñita, hasta que desaparece. Sin embargo, no creo que esas partes macabras, o incluso las partes tristes (como que Sofía, la protagonista de El Gran Gigante Bonachón sea huérfana y viva en un hospicio) le quiten ternura a la narrativa de Roald Dahl. Digo esto a sabiendas de que no soy objetiva, precisamente por mi sentimiento de empatía con el autor.

Definitivamente, Roald Dahl es mi autor favorito, y lo seguirá siendo para siempre y por siempre y siempre. Algún día escribiré un libro que será tan tiernamente fantástico como los de él (porque suelo ser tierna, muchachos lectores, no crean que todo son quejas. Mi blog es una cosa, mis cuentos -o intentos de cuento- son otra muy diferente).

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